Una niña de
5 años, que acababa de ser fotografiada en su colegio dándole besitos a un niño
de su grado, le pedía muy avergonzada a su mamá que borre esas fotos de la Tablet,
pero su madre, con ánimo de bromear y tratando de sacar ventaja de la
situación, le dijo que solo las borraría si se comprometía a tender su cama
todos los días, a no jugar nunca con la comida, a no pedir dulces cuando salgan
a la calle y a tratar con cariño a su hermanito menor, si incumplía alguno de
esos compromisos sus fotos saldrían publicadas por Facebook.
En ese
momento, mientras la niña se llenaba de preocupación, pasó un ladrón por la
puerta del colegio y al ver a la madre distraída con su pequeña, ágilmente le
jaló la cartera donde se encontraba la Tablet y demás enseres. El malhechor se
alejó velozmente pero no tuvo mucha suerte, pues al voltear la esquina se
tropezó con la moto de un policía de tránsito que había parado para multar a un
conductor, y quedó en el piso duramente rasmillado, al escuchar los gritos de
las señoras, el policía lo aprendió, recuperando el botín robado. La madre de
la niña se acercó presurosa a revisar su cartera dándose con la ingrata
sorpresa que el golpe había roto su preciada Tablet.
En medio
del susto, mucha gente se arremolinó observando cómo el policía esposaba al
ladrón colocándolo de rodillas y con las manos en la nuca, de pronto, la niña
se abrió paso entre todos, se acercó al enmarrocado, y ante los ojos incrédulos
de su madre, le miró a los ojos, le dio un beso en la mejilla y lo abrazó tiernamente
susurrando la palabra “gracias”.
Es muy común compartir un "gracias"
por un "salud" después de
haber estornudado, o cuando alguien pregunta "¿cómo te va?", respondemos "bien, gracias", estas palabras, como en otros ejemplos
parecidos, las brindamos de forma automática, ya que es lógico que debemos
responder según las normas de educación que nos han enseñado desde pequeños,
pero muchas veces solemos obviar los momentos donde deberíamos expresar un
profundo agradecimiento, momentos triviales o no pero que arrancarían una
sonrisa a cualquiera si expresamos real gratitud por un servicio o favor
recibido.
La gratitud
es un valor, que como todos los valores, cada vez
que la practicamos, nos hace mejores personas, por ende, debe ser parte de una
actitud muy honesta y original, una práctica diaria y natural de nuestra
personalidad. Decir gracias por educación es un buen hábito, pero agradecer
verdaderamente, nos trae felicidad interna y nos brinda la posibilidad de ver
la complacencia de la otra persona, quien estuvo orgulloso de ayudar; y si en
una interacción de dos seres humanos, ambos salen con sentimientos positivos,
entonces, en una sociedad como la nuestra, puede formarse una cadena de
gratitud y convertir esa felicidad en un fenómeno viral.
Para llegar
a ese punto, todo debe empezar por una decisión personal… agradecer no es fácil
cuando tenemos problemas de autoestima e inseguridad de nosotros mismos, o
cuando creemos que nos merecemos más de lo que la vida nos ha dado, o cuando
basamos nuestra valía en estilos sociales y posesiones materiales, podríamos
reflexionar al respecto e iniciar un cambio con el fin de encontrarnos con
nuestros propios sentimientos.
Para agradecer, el primer paso es tomar conciencia que las demás personas,
también son protagonistas de su vida, y que a pesar de ello, ayudaron a que nosotros nos sintamos
protagonistas de la nuestra.
Cuántas
veces podemos decir que hemos protegido y guiado la vida de otro ser vivo sin
condiciones ni descansos, solo aquellos que tienen la dicha de ser padres lo
han vivido, entonces, lo menos que podemos hacer los hijos es agradecerles con
una palabra sincera, diciendo lo que realmente sentimos por ellos, mirarlos a
los ojos y darles un gran abrazo, eso es mucho más satisfactorio que únicamente
pasarles una pensión o regalarles un lujo.
También
podemos agradecer a aquellas personas que defendieron nuestras creencias y se
jugaron su propio prestigio solo para vernos sonreír y salir triunfadores,
aquellos que nos respaldaron con su presencia o los que nos dijeron simplemente
“confío en ti” y nos hicieron sentir valiosos; pensemos por un segundo en esa o
esas personas especiales y vayamos a expresarles nuestra gratitud siguiendo una
regla simple: que sea mediante la palabra sincera… olvida las tarjetas, los vinos, las flores, el spa o el cine…
solo exprésate y sácale una sonrisa con el arte de dar las Gracias.
“Decir Gracias sin mayor sentido, nos hace educados pero
no nos hace humanos”.
Renzo José Velazco Rivera